FRENTES

Carta abierta a nuestrxs hermanxs bolivarianxs


Desde Buenos Aires, Argentina.

Atardeció el 5 de Marzo, en el cielo y en los corazones. Se puso el sol y exhaló nuestro Comandante.

El anuncio de la cadena nacional fue una omnipresente espada que nos atravesó en la boca del estómago. Quizás porque, en algún rincón, confiábamos en que aquél gigante que fue, es y será Hugo Chávez, saldría airoso una vez más, quizás porque más allá de lecturas y racionalizaciones, no terminamos nunca de aceptar la posibilidad real de su fallecimiento. Tal vez, inconcientemente, esperábamos que su mística presencia y su voz portentosa adquirieran ya dimensiones metafísicas, que se jugara un Béisbol más con la Muerte, que le lanzara una bola curva de las que el sabía disparar, y que con el strike 3, la parca se fuera por fin a su casa, y se diera cuenta de que no puede con ese hombre. Esta vez, la Muerte bateó, y empezó la carrera. La angustia paralizadora arrancó antes, se sirvió de la sorpresa que nos abofeteó la cara. Pero nos repusimos enseguida, y corrimos para superarla. Unos minutos después del anuncio oficial, cientos de militantes nos concentramos en la puerta de la Embajada de Venezuela en Argentina.

Compañeros y compañeras de distintas organizaciones y tradiciones políticas nos fundimos en un abrazo que apaciguó (un poco) el dolor del alma lacerada. Los distintos colores de las banderas se confundieron, y a través de los ojos empañados, eran todos fragmentos de una sola llamarada, de una sola Wiphala, del mismo grito y de la misma promesa. Las gargantas anudadas fueron destrabándose de a poco, mientras las canciones nos acercaban en la piel y en los latidos. El único bálsamo posible en aquél momento de desazón e incertidumbre, fue el del juramento que salía de nuestras gargantas peladas. Cantamos un incendio hasta quedarnos afónicos, quisimos que llegue hasta el suelo de Bolívar nuestra voz, y hasta donde estés ahora, Comandante, nuestro ‘hasta luego’. Nosotros derrotamos a la parálisis del homenaje pasivo. Y vos, derrotaste a la muerte.

Sólo nos queda asegurarles a ustedes, militantes, guerreros y guerreras de la Revolución Bolivariana, que transformaremos cada lágrima en fuego que nos alimente. Aunque hoy la tristeza los persiga, estamos seguros de que no se dejarán alcanzar, porque son ustedes, es ese épico río rojo que salió a la calle a despedir a Chávez, la prueba de su inmortalidad.

Sientan este abrazo colosal, de parte de quienes comprometen su vida para defender codo a codo con ustedes el sueño de Bolívar. Reforzaremos los lazos que nos unen. El Comandante se fue… Por ahora.

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