FRENTES

Vas corriendo, con tu nike`s y las balas, van detrás.





No hay formas originales de comenzar a hablar del tema. No buscamos innovar en el planteo, por eso empezamos diciendo; no es una manzana podrida. “No es un policía. Es toda la institución”.

Tampoco descubrimos nada diciendo que el gatillo fácil es una política de Estado.

Como tal, no es iniciativa de un gobierno en particular, sino que forma parte de la maquinaria que viene moviéndose con los mismos engranajes desde el genocidio de los 70’s y la devastadora implementación del neoliberalismo que sobrevino a éste. Los gobiernos no hacen más que tomar el timón de la política de un país. No construyeron el barco, no son el barco, pero deciden que hacer con el timón. Algunos no se han molestado en modificar el rumbo ni un solo grado; otros, intentaron ciertas modificaciones para que esta matanza no se siga perpetuándose. Hemos vivido gobiernos con signos de continuación y de ruptura con las políticas asesinas, tanto de procesos dictatoriales como democráticos. Pero concretamente, las cifras de Gatillo Fácil siguen aumentando. Un muerto en promedio cada 28 horas, que no sale en la tele, porque no murió en un country, o en una casa quinta en Pilar. El Gatillo Fácil es una forma de represión selectiva, en la cual los que son sistemáticamente perseguidos y asesinados, son pibes de los barrios pobres, de la Capital y de las provincias. Las prácticas en las que las fuerzas de seguridad fueron adiestradas durante la dictadura, hoy siguen reproduciendo los mismos métodos de humillación, intimidación, extorsión, violencia e incluso tortura y muerte. En las villas o en las cárceles. Sucede. A su vez, entendemos que este fenómeno no se circunscribe a una provincia o país particular; el Gatillo Fácil toma dimensiones regionales e incluso mundiales, con distintas características y niveles de violencia dependiendo de la coyuntura propia del lugar. Por ejemplo, el llamado “Gatillo Alegre” en algunos países del caribe, es otro nombre para la misma práctica.

No!. El Gatillo Fácil como tal, pone la mira en el exterminio en los barrios pobres, por muchos motivos. Porque así siembran el medio en el barrio, el “respeto a la autoridad”, porque establecen una coerción masiva que maximiza los cánones de marginalidad en los que ya de por sí los barrios están inscriptos, porque es la institución entera la que está podrida de corrupción y violencia.

El policía se pavonea porque sabe que es intocable, porque sabe que no va a ser denunciado por una familia probablemente atemorizada por las posibles (seguras) represalias, porque sabe que aún siendo denunciado tiene a todo un sistema judicial e institucional que lo ampara, y su actitud tiene la prepotencia que da la más absoluta y obscena impunidad. Ningún gobierno ha tenido la decisión política de reestructurar el aparato represivo. Las mismas prácticas de los grupos de tareas de la dictadura, hoy se mantienen en servicio y actuando, en las fuerzas policiales a lo largo y ancho del país. A su vez, a los efectivos a los cuales “se les va la mano”, nunca se los juzga apropiadamente; como máximo, se los mantiene alejados de sus funciones por algún tiempo y luego se los “muda” de fuerza: de la federal a la bonaerense, o a la metropolitana, etc. No muy distinto a cuando un cura comete un caso de abuso sexual infantil: lo trasladan a la Iglesia de algún pueblito poco mediático, donde pueda continuar haciendo de las suyas sin ser molestado por la opinión pública.

Existen casos concretos que evidencian lo brutal e inescrupuloso del accionar policial cuando comienza a reprimir. Walter Bulacio y Rubén Carballo son ejemplos del proceder criminal de las “fuerzas de seguridad”. Pibes que habían ido a disfrutar de un recital, muertos a golpes. Nunca deben ser olvidados, nunca tenemos que dejar de exigir justicia por ellos. Sin embargo, el Gatillo Fácil es masivo, cotidiano y sistemático. Y tiene otra particularidad: Hace distinción de clase.

El Gatillo Fácil, como ya hemos dicho, no es un “exceso”. Es una forma de “lidiar con la situación” de la juventud “chorra”. No existe un cuestionamiento del por qué un pibe fue empujado a la situación en la que vive. No se tiene en cuenta de que nadie elige vivir en la marginalidad, sino que son obligados a ello, por el mismo sistema. No importa que pibes desde los 8 años estén en la calle en vez de la escuela; la policía no hace acción social. Sólo tiene que sacarlos de la vista.

El asesinado es pobre, es un negrito, entonces el acto es legitimado por una sociedad manipulada, entonces se plantan armas, se simulan enfrentamientos y así se escribe el libreto de los que reclaman a voz en cuello la baja de edad de imputabilidad. Así, es criminalizada la pobreza. Y la violencia institucional continua al acecho.
Sabemos que los cambios no son suficientes en tanto y en cuanto no exista una cabal reestructuración del andamiaje político entero, y esto no sucede en cada área separadamente, sino en un plan de conjunto. Sin embargo, sentarnos a esperar no es la tarea. Hay que luchar en el día a día contra el Gatillo Fácil, exigiendo justicia por nuestros pibes asesinados, exigiendo cárcel para los asesinos, reclamando medidas de depuración de los aparatos represivos. El primer lugar que nos corresponde es al lado de las familias, brindándoles todo el apoyo posible en cuanto a asesoramiento legal, y de reclamo político, siempre respetando su propia voluntad. No vivimos en los barrios, no tenemos que lidiar con las consecuencias del accionar policial en el día a día. Por este motivo, iremos a nutrirnos de lo que viven, a aprender de sus experiencias, a sentir la vida que llevan, a que nos enseñen. Ellos y ellas, los mantos más humildes de la sociedad.